Esta semana, presentamos fragmentos del libro devocional de FamilyLife EEUU: The Story of Us (La historia de nosotros.)

Como soy una persona bastante introvertida, me gusta tener tiempo y espacio para mí misma. Disfruto de esos raros momentos de tranquilidad en los que puedo estar a solas con mis pensamientos. Sin embargo, me pilló desprevenida cuando, justo en medio de mi matrimonio y con hijos, empecé a sentir una profunda soledad.

No es que me sintiera sola en un sentido físico. Pero en el fondo, sentía que nadie me veía realmente.

La soledad es un enigma. Es como entrar en una habitación llena de extraños. Y la soledad no tiene por qué tener sentido para ser devastadora. Cuanto más te agarras a ella, más te aísla de las personas a quien quieres.

El rey David sabía un par de cosas sobre la soledad. ¿Quién iba a pensar que ser rey podía hacer que uno se sintiera tan solo? Sin embargo, en el Salmo 25, su clamor a Dios decía que estaba "solo y afligido" (versículo 16).

A menudo, cuando las presiones de la vida se acumulan: niños, horarios alocados, trabajo y más decisiones de las que nadie quiere tomar, en lugar de volvernos hacia los demás, tendemos a alejarnos. Aislamos nuestros pensamientos, emociones e incluso nuestros afectos aquellos de quienes más amamos.

Pero a diferencia de mi propia lucha contra la soledad, David continúa diciendo en el versículo 20: "En ti me he refugiado". En lugar de alejarse y esconderse en su dolor, se consuela en Aquel que lo ve.

Cuando por fin le confesé a mi marido cómo me había estado sintiendo, me sorprendió. "Yo también me siento solo," me dijo. Quizás estés luchando contra algo parecido. Tal vez tu cónyuge te haya insinuado que no se siente conectado.

Aquí tienes cuatro cosas para recordar cuando te invada la soledad:

·        Los sentimientos son sólo sentimientos.

·        Hay que combatir las emociones fuertes con la verdad.  

·        Necesitas hablar de estos sentimientos con tu cónyuge. 

·        Reconecta con Aquel que siempre está contigo. 

Así como David se refugió en Dios durante sus momentos más oscuros, recuerda que Él está listo y esperando para ser tu refugio también. Y Él promete "no dejarte ni desampararte jamás" (Hebreos 13:5). Por muy solo que te sientas, no estás solo.