Me rompí la pelvis en una caída reciente. Fue doloroso incluso mover mi pierna izquierda. Así que  encontrar una postura cómoda era todo un reto. Por las noches tenía que dormir en el sofá.

Sin embargo, durante la segunda noche en la soledad de mi comedor, me despertó un ronquido muy fuerte.

No podía creerlo. Los ronquidos de mi marido me habían mantenido despierta muchas, muchas noches.( Me he quejado durante años por ello).

Pero él estaba en nuestra habitación. ¿Cómo podía  oírlo aún?

Pronto me di cuenta… no podía.

Era yo, roncaba lo suficientemente alto para despertarme a mí misma!

Aparentemente puedo roncar tan alto como él en las circunstancias adecuadas. Después de todos esos años quejándome, no había nadie a quién culpar sinó a mí misma.

Fue una lección de humildad tener que admitirlo. Me sentí culpable por ponerme furiosa con él por algo en lo que él no tenía el control.

Me hizo darme cuenta que es fácil compartir los errores que veo en los demás.

Ese resbalón en mi camino fue doloroso pero me enseñó una valiosa lección.

Mi hueso roto se reparará. Espero que mi orgullo roto no lo haga.