Antes de que empieces a pensar mal, los fuegos artificiales  procedían de los adolescentes que estaban fuera. Era principios de julio. Mi hijo de 4 meses y mi mujer estaban desesperados por dormir, pero no lo conseguían. 

Después de escuchar los fuegos artificiales estallar como un cañón y con pocas esperanzas de un alto el fuego, Melissa tuvo suficiente. Me pidió que fuera a hablar con los vecinos. 

Tenía dos opciones: Salir y pedir amablemente a los adolescentes que dejaran de iluminar el cielo de julio, o intentar dormirme, con la esperanza de que todo pasara. 

Elegí mal. 

No quería conversar -ni enfrentarme- con un puñado de adolescentes que no conocía. Quería dormir. 

Y eso es lo que hice. Bendecido con la capacidad de conciliar el sueño más rápido que un velocista olímpico, me quedé dormido. 

Cuando abrí los ojos, sentí que algo no iba bien. Me di la vuelta y me di cuenta de que el lugar que Melissa ocupaba previamente  estaba vacío. Me levanté de la cama y bajé las escaleras. 

Fue entonces cuando la vi. La puerta principal se abrió y Melissa entró. Había hecho el trabajo sucio por el bien del sueño de nuestro hijo y de su propia  cordura. 

La pasividad se define como "aceptación de lo que sucede, sin respuesta activa ni resistencia". Pero no hace falta una definición de diccionario. Basta con que te envie una foto mia. 

Debí actuar y no lo hice. Aquella noche me comprometí a cambiar. 

Ojalá pudiera decir que desde aquella noche mantengo una racha victoriosa  de 14 años de acción. Sigo teniendo la tentación de aceptar lo que sucede "sin respuesta activa ni resistencia". 

Pero Dios en su gracia me sigue dando oportunidades de actuar, de iniciar, de avanzar. Tal vez hoy sea ese día para ti. 

Adelante. Es tu turno.