Esta semana, presentamos extractos del libro devocional de FamilyLife The Story of Us (La historia de nosotros.)

Una mañana, Dave y yo estábamos hablando a un grupo de madres jóvenes en nuestra iglesia.

Dave comenzó a decirles a las mujeres lo que casi todos sus esposos probablemente

experimentaron al crecer. "Lo más probable es que tuviera un pariente que le aclamara: '¡Buen

trabajo!' "

Luego me metió a mí en la historia. Cuando dije que sí a su propuesta de matrimonio, explicó,

estaba gritando: "¡De todos los hombres del mundo, te elijo a ti!"

Y entonces bajó el tono.

"Pero señoras, después de un tiempo casados, lo único que oímos es "¡BOOOOOO!"

De camino a casa le pregunté a la defensiva: "¿Crees que te abucheo? No te estoy abucheando, te

estoy ayudando".

"No se siente como una ayuda", dijo Dave en voz baja. "Estás constantemente criticando las

cosas que hago o digo".

Empecé a reflexionar sobre cómo serían las cosas si le animara constantemente. Me preocupaba

que esto no funcionara, porque él pensaría que yo estaba satisfecha. Y eso no sería bueno,

¿verdad?

Seguí así durante varios días hasta que sentí que Dios me estaba llamando la atención y

diciéndome que abandonara esta situación.

Así que oré. Padre Dios, perdóname. No he respetado a Dave; lo he regañado y criticado.

Renuncio a mi control de tratar de cambiarlo.

Unos meses después, nuestra familia se sentó a cenar. Dije: "Quiero detenerme un minuto y darle

las gracias a papá por trabajar tan duro todos los días para proveer cada comida de nuestro hogar".  Luego me volví hacia Dave y continué: "Es fácil dar por sentado tu duro trabajo. Eres un

hombre muy bueno".

Más tarde, esa misma noche, me dijo que mis palabras eran lo mejor que le había pasado en toda

la semana. Todo lo que escuchó en ese momento fueron aplausos.

En los meses siguientes, cuando empecé a buscar cosas en las que pudiera animarle, empecé a

ver cómo Dios me cambiaba. Esto no significa que perdí mi voz y nunca critiqué a Dave. Pero

mi ira y amargura empezaron a desaparecer, y fueron reemplazadas por un corazón de paz y

alegría.