Llevábamos 30 minutos discutiendo. La situación se puso seria.

En ese momento, estábamos actuando más como demonios que como humanos. ¿Te identificas, verdad? Gritos literales. Insultos. Torciendo las palabras del otro para que signifiquen algo diferente.

Entonces, ella abrió la puerta de la despensa demasiado rápido. Se dio de lleno en la nariz.

Gimió, se volvió hacia mí y apoyó su cabeza en mi pecho. Después fuimos a ver una película.

¡¿Qué?!

Te lo explico.

El conflicto en el matrimonio es inevitable. Así de simple. Pero hay diferentes tipos de conflictos. Está el conflicto serio y el conflicto estúpido. En mi matrimonio, el conflicto estúpido es más frecuente.

Aquí estábamos peleando, sí. Pero, al final, no fue nada.

Si rebobinamos: un simple malentendido llevó a una reacción a la defensiva, que llevó a un arrebato de orgullo, que llevó a un mal comentario, que llevó a una oleada de emociones, que llevó a un “¡siempre haces esto!”, que llevó a un “¡nunca haces esto!”, que llevó a…

Creo que me entiendes.

En un momento de arrebato, es muy fácil perder la perspectiva. Olvidar que estamos en el mismo equipo. No ser capaces de sacrificar el orgullo propio.

Perder la perspectiva es, en mi experiencia, la causa principal de las peleas "estúpidas". Por eso la Biblia enfatiza el autocontrol (ser dueño de uno mismo) (Tito 1:8). Por eso el Espíritu Santo, con gracia, produce este fruto en nosotros (Gálatas 5:22-23).

Cuando Jesús limpia el templo en Juan 2, volcando las mesas y tirando el dinero, está muy enfadado. Sin embargo, lo principal no es su enojo, sino los propósitos y el reino de Dios.

Jesús tenía la perspectiva correcta. Por gracia, y con la ayuda del Espíritu Santo como nuestro Ayudador, nosotros también podemos tenerla, incluso cuando estamos tentados a comportarnos como estúpidos.