La semana pasdada hablamos de la importancia de bajar la guardia y admitir ante alguien de confianza cuando las cosas no van tan bien como esperamos. Se siente como una especie de avance en ese momento en que finalmente puedes decir: "No estamos bien".

Pero aquí hay algo que insinué la semana pasada: Ten cuidado con lo que dices (y a quién) cuando hables de tu cónyuge.

Una amiga mía le dijo a su madre que ella y su marido se estaban separando. Le había pillado en una aventura emocional y necesitaba tiempo para ver si podían solucionarlo. 

Le dio a su madre todos los detalles sórdidos: los correos electrónicos entre los dos, dónde se conocieron, incluso cómo era la mujer. Su enfado fue un afianzamiento momento de unión madre-hija. Hasta que...

Mi amiga decidió reconciliarse con su marido y perdonarle. Su madre, sin embargo, no.

Estoy muy unida a mi madre, pero no puede ser mi caja de resonancia cuando estoy enfadada con mi marido (aunque es tentador, siempre me cubre las espaldas).

Puede que tu madre (o tu padre, tu mejor amigo/a, tu hermano, quienquiera que pienses cuando leas esto) no sea la mejor persona en la que confiar cuando estás enfadado/a con tu cónyuge. Las personas más leales suelen ser las más dispuestas a luchar por nosotros. 

Incluso cuando no es necesario.

Cuando estés listo/a para confiar tus luchas a un confidente de confianza, encuentre a alguien que:

- Ore por ti.

- Ore por tu cónyuge.

- Se niegue a tomar partido.

- Sea honesto contigo acerca de tus propias acciones.

Estoy agradecida por mi madre, pero también por los amigos que me pidan que rinda cuentas sobre mi vida y sobre mi matrimonio.