A. Cuando reconocemos que no amamos cómo debemos o cómo queremos, lo mejor que podemos hacer primero es hablarlo con Jesús directamente, lo que llamamos orar. Hablando con Jesús no tiene que ser algo formal. Con Él podemos ser auténticos y reales. Ya nos conoce mejor que nos conocemos a nosotros mismos. Con Jesús podemos desahogarnos cuando estamos enfadados o lastimados. Él nos comprende y es compasivo con nuestras emociones porque Jesús, aunque nunca se casó, sabe lo que es estar frustrado, decepcionado, traicionado.
B. Cuando hablamos con Jesús, puede ayudarnos a estar más dispuestos a mirar y reconocer nuestra parte en contribuir al problema en el matrimonio. No es siempre fácil admitir que nos hemos equivocado con nuestros comportamientos y actitudes hacia nuestro cónyuge, pero la luz de Jesús revela la verdad. Cuando estamos de acuerdo con Dios sobre nuestro mal comportamiento y llamamos las cosas cómo son, esto se llama confesar.
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
- 1 Juan 1:6-9
En vez de defendernos, disimular la verdad, hacernos el loco o, aún peor, echar la culpa al mismo cónyuge a quién le hemos faltado el respeto, por ejemplo, tomamos responsabilidad por nuestro comportamiento y reconocemos que hay otra manera mejor de interactuar el uno con el otro.
Después de confesar a Jesús, luego toca lo mismo con nuestro cónyuge. Cuando sacamos las cosas a la luz, decimos dónde y cómo nos hemos equivocado. Venimos con humildad, honestidad y claridad tomando responsabilidad por lo que hemos hecho o dicho, reconociendo que está mal, tomando responsabilidad por cualquier daño que hemos causado y pedimos perdón.
¿El resultado? Poder experimentar perdón y restauración en nuestras relaciones tanto con Jesús cómo con nuestro cónyuge.. Jesús no exige perfección. Lo que pide es que le sigamos y le cedamos él control a Él, en cada aspecto de nuestras vidas, incluyendo nuestra actitud y comportamiento con nuestro cónyuge.
C. Luego nos arrepentimos. Arrepentirse significa regresar; comenzar de nuevo volviendo a la fuente de la vida. Es alejarse del camino en que íbamos, es decir girarse 180º, comenzar a ir en la dirección opuesta, relacionándonos tal cómo Jesús nos pide.
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”
1 Juan 1:6-7